Hace varios meses me tocó asistir a un tokin en Retro Bar, fui entre obligada y queriendo porque me sentía con una singular apatía y desprecio hacia la vida misma, ya saben, un mal día nos puede arruinar una buena noche. Lo primero que se me vino a la mente fue “¿quién diablos es Juan Cirerol?” y de verdad, no imaginé que su música pudiera lograr cambiarme el ánimo. En cuanto comenzó a tocar pensé que no había sido tan mala idea quedarme, su sonido es una combinación de humor norteño entremezclado con historias de barrio; porque como él mismo diría (Juan Cirerol): “Yo hago música del barrio para el barrio” (si es que no me falla la memoria) me atrevo a compararlo con un poeta musical porque hace falta escuchar esa chispa de realidad, dolor, sarcasmo en su máxima expresión. Vamos por ahí consumiendo tantas bandas buenas o malas, lindas o feas, pero en realidad ¿cuántos músicos tienen algo que decir? Y, ¿cuántos artistas tienen algo que decir? Tal vez es una cuestión mucho más filosófica que a nadie le interesa ahondar. Lo curado de todo es encontrar sin buscar, encontrar creadores natos que están dispuestos a proyectar lo que traen de manera conciente e inconciente, lo genial es atreverse y dejarse sentir.
Juan Cirerol es un ejemplo de cuando la música se vuelve un estilo vida, no sólo porque coma, fume y respire música; mejor dicho, muy pocos se atreven a ser lo que son sin temor a sentirse ellos mismos.
Si les gustan los compositores folk clásicos, poetas como Bukowski o simplemente la quieren pasar bien, seguramente deben escuchar a Juan Cirerol. Próximamente tendrá su disco, síganlo e invítenlo a tocar por ahí... ¿no?
Fotografía y texto: Lolita Terechkova
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