Ilustración: Tania León
Artículo: Lolita Aragón
México es un país surreal por excelencia. Me refiero a que lo que parece ser, no es y lo que parece no ser, es. Tal vez estar dentro de esta dinámica contradictoria nos mantiene cegados, confundidos, en un drama constante. Lo que podemos casi asegurar es que en mayor parte eso generará un desborde creativo y/o cultural. Aunque a muchos académicos no les guste reconocerlo -sé que hay opiniones encontradas al respecto- psicológicamente, los mexicanos tenemos una fuerte tendencia a la “mescolanza” ideológica (eso viene de la conquista, pero, no quiero aburrirlos con historia porque sé que les vale madres) que después desembocó en lo racial y cultural; por otro lado tenemos a la hermosa doble moral, la cual no fue inventada por los partidos políticos, es una práctica común sabrosamente adorada por un gran porcentaje de mexicanos. Santificamos nuestra arma y la utilizamos -con el permiso de Dios- para acribillar a nuestro enemigo.
Siempre he sido fan de las contradicciones en nuestra historia, siento que le dan tanto sabor a las cosas, es como armar un rompecabezas infinito y sentirse importante por haber encontrado una partecita. La otra verdad es que soy aún más fan fatal de las mujeres locas, exóticas y radicales. Tengo una colección de mujeres, las sigo en twitter, las leo en libros, las escucho en canciones. En algún momento de mi vida tendría que llegar a las poquianchis, era una especie de destino, un asunto sin resolver.
Mucho se ha dicho a través de la historia sobre las Poquianchis, aunque para mi gusto, la mejor historia es la que se inventa el personaje principal una vez que se vuelve famoso. Delfina y María de Jesús habrán contado muchas veces sobre su vida. Tenían un padre exigente y una familia de formación religiosa, se cuenta que su padre las maltrataba y su única finalidad con el burdel era sacarse una lana (ya saben, la misma de siempre) la meritita verdad, yo creo que ni Dios la conoce.
Las hermanitas diabólicas tenían su localito en el estado de Guanajuato (Rancho Loma de San Ángel, municipio de San Francisco del Rincón) era México en los años 50s y principios de los 60s. Reclutaban chavas para que se dedicaran a la prostitución, si se ponían rejegas en el trayecto, las despelucaban. Se estima que se encontraron 91 cuerpos enterrados en su rancho, sin contar los fetos. Ellas no asesinaban por sus propias manos, tenían chalanes que les hacían la chamba por lo que les dieron una condena relativamente corta.
Los detalles de las poquianchitas aún se disputan entre realidad y ficción, algunas fuentes aseguran que una de ellas sigue viva, lo que se sabe es que Delfina murió en la cárcel. De hecho, la casona donde vivían y ejercían aún existe, antigua calle de “Cóporo” (hoy Melchor Ocampo No. 38) lo curioso es que ahí se dedican a la venta de tamales, así que ya saben por si se dan la vuelta.
Mi opinión al respecto es lo que menos importa, nada más los invito a que conozcan su propia historia, aunque no conlleve reencontrarse con un héroe nacional; recuerden que esta nueva tendencia mediática sobre lo “chidas” que son las mujeres rudas, malas o asesinas, no es una casualidad. La pregunta más importante sería: ¿el fin justifica los medios? Yo sé que ya no estamos en 1960, sé que los tiempos han cambiado demasiado y pienso… pues, como que sí, pero pos ni tanto ¿no?
Para los más interesados: Alarma! fue la primera fuente que se encargó de investigar y publicar el caso de las Poquianchis, gracias a ellas se volvieron la revista sangrienta más famosa de todo México –hoy, revista de culto- también podemos encontrar la película dirigida por Felipe Cazals en 1976 con un guión de Tomás Pérez Turrent y Xavier Robles (el que escribió Rojo amanecer).
Estoy en mi clase de Literatura Hispanoamericana y preferí leer el artículo de estas curiosas monjas jaja...
ResponderEliminarEspero que la escuela me deje en paz pronto y al fin pueda colaborar :D
Besos
:* besos miles
ResponderEliminarjaja siempre tuve interés en el tema, desde que mi abuela me platicó como a su hermana menor la reclutaron las poquianchis... creo que no tuvo ningún aborto y para su buena suerte un cliente se enamoró de ella y la ayudó a escapar de ahí... chido blog ... creo que pasaré seguido!!
ResponderEliminar