Cuando uno se topa con música como la que hace Amanda Brown, ya sea la que produjo con el ensamble freak de Pocahaunted o ahora, con su nuevo y activísimo proyecto de L.A. Vampires, uno busca apoyarse en metáforas y alusiones a las drogas, por que su música, queramos o no, siempre nos termina remitiendo a unos estados alterados de conciencia bien pinche cabrones.
Y así, uno puede decir que su música es como escuchar cantos de sirena desde un K-hole, o que es el equivalente a los latidos distorsionados del corazón de un heroinómano o también que es como un mal viaje de peyote mientras escuchas a Lou Perry en tu oído derecho y a Bauhaus en el izquierdo y la música se te sube como se le sube a uno el muerto y tú, tú te acurrucas dentro de tu piel y tratas de escapar cerrando los ojos. Uno puede decir tantas cosas.
El proyecto de L.A Vampires ha estado muy ocupado este año. Se unieron con Psychic Reality para crear un LP de drone-pop lleno de ruido, vocales distorsionadas y ritmos simples que parecen semejar a los de una ceremonia tribal en el desierto grabada en casete. Después los vampiros sacaron un EP junto con Zola Jesus, un artefacto descompuesto de pop de ensueño con largos drones hechos por teclados desvencijados y ritmos dub de caja de ritmos de Cassio.
Con L.A. Vampires hay montones de ruido, (semi)melodías filtradas, valores de producción que harían sonrojar a Ariel Pink y una veta romántico gótica y/o dream pop oscuro e hipnótico digna de la disquera 4AD. Pero sobretodo hay psicodelia mal viajante y sin embargo bailable.
Se espera que saquen próximamente una colaboración con otros manipuladores del dub, los increíbles Sun Araw, y un LP So Unreal para diciembre, todo para una de las disqueras más interesantes del momento, Not Not Fun que, casualmente fue fundada por Amanda.
Al final, en estos discos hay algo que se nos termina escapando, y es que, si bien no es una invitación abierta, siempre queda la duda de cómo sonará L.A. Vampires si consumiéramos ciertas sustancias. Ay nanita.
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